Complicado pensar en el panorama que presentaban las calles de Marsella en 1720 durante el último gran brote de peste bubónica, causante de más de 100.000 fallecidos en la ciudad.
Mientras la “muerte negra” se propagaba inexorablemente, transmitida por la picadura de las pulgas de las ratas, comunes deambulantes callejeras en busca de sustento y agua; una gran parte de la población luchaba por salir adelante a base de valor e ingenio, y más preocupados por qué llevarse a la boca que por la letal plaga que les acechaba.
En estas se encontraban los cuatro ladrones, que según cuenta la historia popular, saqueaban casas de infectados asumiendo un riesgo que las autoridades de la época no dudarían en calificar como suicida, convencidas del inevitable contagio y muerte de los asaltantes…..un problema a corto plazo.
Para sorpresa de las mismas y pese al continuo contacto de los bribones con infectos y zonas potencialmente contaminadas, los robos se prolongaron en el tiempo dando que pensar sobre la posible existencia de una fórmula preventiva capaz de minimizar el riesgo de exposición.
Una vez capturados y sentenciados a muerte, se les ofreció la posibilidad de redimir su condena y obtener la libertad a cambio de dar sepultura a aquellos a quienes la peste negra sesgó la vida, y relevar de paso la composición de la magistral fórmula
Aceptaron, pese a que para ellos existía un inquietante precedente. Mientras la peste asolaba Toulouse un siglo antes (1628-1631), otros “inmunes” asaltadores de tumbas de apestados, fueron ahorcados tras revelar la composición de un brebaje que consumían y untaban en manos y cara para evitar el contagio.
Dos historias populares transmitidas a lo largo de la historia, con distintos protagonistas, pero con una característica común: un vinagre macerado con hierbas aromáticas capaz de alejar la peste incluso de quienes “la trabajaban a diario”.
Aunque en un principio se habla de cuatro hierbas aromáticas (romero, salvia, lavanda y tomillo), distintas versiones de la fórmula amplían los posibles aditivos: pimienta negra, pimienta de cayena, acoro (caña aromática), semillas de mostaza negra, espliego, hierbabuena, etc.
No es de extrañar que la mezcla de contrastados antisépticos y vulnerarios naturales (como la salvia), resulte protectora frente a formas de contagio invasivas como las picaduras, por lo que leyenda o realidad, la farmacopea francesa incluyó la fórmula modificada en el Codex de 1748 (alusión en la página 462) donde permaneció hasta la revisión del mismo en 1884.
En el ungüento “retocado” se incluye especialmente el uso del ajo (uno de los alimentos más estudiados por sus propiedades antibióticas, antisépticas, fungicidas, vermífugas y desparasitantes), además de cálamo, canela, clavo, ajenjo, menta, ruda (tóxica en cantidades considerables) y cristales de alcanfor. La mezcla, macerada en vinagre de vino o sidra durante 10-12 días, se preservaba durante meses en un lugar seco y fresco, para ser quemada en casas (aceites esenciales), embadurnada en paños para respirar y aplicada en manos y cara.
El vinagre de los cuatro ladrones, actualmente se sigue usando en zonas rurales galas, y distintas versiones se comercializan en la provenza francesa.