Dichas propiedades bactericidas fueron ya descritas en la Antigua Grecia por el padre de la medicina: Hipócrates, que solía tratar con cobre las heridas abiertas y quemaduras de los soldados.
El uso en conducciones de agua es habitual aunque nada reciente si consideramos que se han encontrado instalaciones de cobre aún “funcionales” en templos del Antiguo Egipto. Según estudios arqueológicos, los tubos de cobre para el suministro de agua se utilizaron por primera vez en torno al 2750 Antes de Cristo
Expuestos actualmente en el Museo Estatal de Berlín, dan fe de la resistencia al paso del tiempo de este tipo de material.
Los estudios sobre el Cobre
Más allá de visiones idílicas, podemos afirmar que las últimas investigaciones, sobradamente justifican las propiedades antibacterianas del cobre y sus aleaciones; entre ellas el bronce, compuesto mayoritariamente por cobre y una proporción de entre un 3 y un 20% de estaño
Sabemos ahora que se trata de un material capaz de inhibir por simple contacto, el crecimiento de hasta el 99.9 % de las bacterias en periodos de tiempo comprendidos entre las 2 y 200 horas, por lo que en entornos de procesado de alimentos, puede complementar y mejorar el rendimiento de las operaciones de limpieza y desinfección.
Comparada con los inertes vidrio, plástico o acero inoxidable, donde bacterias como la Listeria Monocytogenes son capaces de desarrollarse sin problema, la eficacia antimicrobiana del cobre destaca especialmente frente a aquellas bacterias resistentes y causantes de las comunes enfermedades intrahospitalarias que sufren 1 de cada 20 pacientes en las unidades de cuidados intensivos (Clostridium difficile, Klebsiella pneumoniae, etc.), por lo que el recubrimiento de zonas habituales de contacto y transmisión de patógenos en estos ambientes, se está convirtiendo en una práctica habitual.
El Cobre en superficies de Manipulación de Alimentos
“Se trataba de una fábrica artesanal de caramelos; un lugar sin duda muy especial donde se mezclaba el dulce olor del azúcar que se derrite junto a mil colores, aromas y sabores, acompañado de la singular visión de un equipamiento de manejo tradicional en bronce, que frente a la frialdad del acero inoxidable aportaba la calidez propia de un cuento para niños”
Se trata pues, de un “agente antimicrobiano que acelera la reducción de las poblaciones de bacteria, en todos los casos, a las 24 horas de contacto”. Conclusión a la que llegó la Agencia de Protección Medioambiental estadounidense (EPA), quien aprobó el uso y registro de más de 250 aleaciones de cobre en base a su capacidad bactericida.
Otros estudios llevados a cabo en las Universidades de Oregón, Southampton o Vic, revelan la eficacia del cobre frente a bacterias como E. Coli (O104:H4), Salmonella (Enteriditis), Campylobacter Jejuni, o Listeria Monocytogenes, esta última de especial relevancia en ambientes relacionados con la manipulación de alimentos.
Su eficacia ha sido del mismo modo contrastada frente a distintos tipos de virus: influenza A, Adenovirus o Rotavirus responsables de una gran mayoría de afecciones por gastroenteritis.
Aunque el mecanismo exacto de actuación se desconoce, las últimas investigaciones sugieren que su efecto antibacteriano puede estar relacionado con la liberación de iones Cu+ de la superficie del metal, capaces de romper la membrana celular bacteriana, produciendo pérdida de fluidos y consecuentemente la muerte del patógeno.
Su uso, más allá de las habituales superficies de contacto metálicas, se extiende de forma especialmente singular a la industria textil, que pretende incorporar el ión metálico a prendas capaces de proteger a grupos de riesgo de contraer este tipo de patógenos:
- Ropa militar, que prevenga infecciones habituales en soldados
- Calcetines para diabéticos, que los protejan de úlceras infecciosas en los pies.
- Sábanas de hospital, que disminuyan el número de infecciones intrahospitalarias
- Guantes para operarios de cocinas, etc.